viernes, 1 de agosto de 2008

Del dolor puertas para adentro


Por Marcela Perticarari

Cada vez más se hace imperativo volver visible la violencia de género. Campañas, comisarías de la mujer, refugios municipales y modificaciones legislativas, entre otras, son algunas de las acciones en este sentido. El rol del Poder Judicial frente a una forma de delito cuyo peligro para la mujer se equipara a los accidentes de tránsito o el cáncer.

Cuando la violencia se naturaliza, el peligro se vuelve invisible. La violencia se asienta en la asimetría de poder de una relación: un hombre violento siempre quiere imponer su voluntad y establece un vínculo con su pareja en la que uno decide y otro obedece.

Según datos de Naciones Unidas, una de cada tres mujeres es maltratada. Para mujeres entre 15 y 44 años, el peligro de ser víctimas de un crimen es mucho mayor que los daños que puede producir un accidente o el cáncer. El Equipo Interdisciplinario de Violencia Familiar de la provincia atendió más de 400 consultas en lo que va del año.

En los primeros 66 días de 2008 fueron asesinadas 33 mujeres y niñas argentinas como consecuencia de la violencia de género. Esta última cifra se obtuvo a partir de información publicada en diferentes medios porque en nuestro país no hay estadísticas oficiales. Los números indican que la mayoría de casos de violencia tienen lugar en el seno de la familia, sin distinción de clases sociales, religión o nivel cultural. Las órdenes de restricción y las exclusiones de hogar son las medidas que los jueces toman con más frecuencia al enfrentarse con situaciones de violencia doméstica. Pero no siempre alcanza y, en muchos casos, la justicia llega cuando ya no hay mucho por hacer.

Especialistas coinciden en que la forma más explícita de la violencia de género es la física (golpes, empujones, sacudones) pero la variante doméstica reviste múltiples formas, tales como la agresión verbal y la restricción de la libertad. Estos maltratos, que en la mayoría de los casos van de la mano de la violencia familiar, dan como resultado una mujer anulada, que pierde la confianza en sí misma y en sus capacidades, generando así un progresivo deterioro de su salud psicológica y física.

LA RECEPCIÓN MÁS DOLOROSA. Desde hace 18 años le ponen garra y corazón a su trabajo, que comenzó mucho antes de la ley 11.529 de Violencia Familiar –sancionada en 1997 y reglamentada recién en 2001– y de la mayoría de las normativas internacionales. Enfocadas en una perspectiva de género, la coordinación del Equipo Interdisciplinario de Violencia Familiar (dependiente del Ministerio de Desarrollo Social) está compuesta por las abogadas Patricia Méndez Lissi y Diana Santucci, las psicólogas Ana María García Chiavarini y Romina Del Pozo, y la trabajadora social Belén Rivero.

En diálogo con Pausa, Patricia Méndez Lissi comentó que el equipo recibe denuncias no sólo de la ciudad sino también de otras regiones de la provincia. En el día a día, el equipo recibe presentaciones espontáneas; también llega gente por medio de intervenciones solicitadas por instituciones públicas o privadas, el Poder Judicial, los ministerios provinciales u organizaciones barriales.

Prevenir, asistir y contener situaciones de violencia es el objetivo central. En este sentido, se está trabajando desde los nuevos paradigmas de las lógicas familiares y derechos humanos, considerando estos puntos como una problemática social. “Si bien la ley de Violencia Familiar, que es de características programáticas, no tiene determinada la perspectiva del género, es una normativa que contiene interesantísimas aristas y posibilidades para desarrollar trabajos en relación a la temática de la violencia intrafamiliar. Se da una dimensión en la cual la visibilidad del problema puede ser muy clara”, opinó respecto del marco legal que involucra su tarea.

Respecto al año anterior, las integrantes del equipo aseguraron que los casos atendidos han aumentado. “Son cada vez más peligrosos”, advirtió Méndez Lissi.

La psicóloga Ana María García Chiavarini determinó que “cuando aparecen campañas de prevención acerca de la problemática, hay mayor demanda en nuestro equipo, porque la gente comienza a visibilizar el problema, ven que no son los únicos y que es necesario buscar ayuda. Del ciclo de la violencia no se sale solo”.

LA IMPORTANCIA DE VISUALIZAR. Las profesionales del Equipo Interdisciplinario de Violencia Familiar objetaron la verticalidad de funcionamiento de numerosas instituciones sociales: “Muchas tienen estructuras o formas de concebir la vida desde formas totalmente diferentes a las que tenemos. Cuando se construye para una equidad de género, se lo hace desde una perspectiva igualitaria y desde una construcción de modelos de vida desde la horizontalidad, del respeto a las posibilidades y acciones del otro. Es complejo nuestro trabajo, porque cuando trabajás por la igualdad de género en base a las normativas, también estás trabajando con la realidad social que, a veces, por cómo se manifiesta, no se condice con preceptos de derechos humanos, de igualdad y de no discriminación”.

“Desde nuestra perspectiva de género, la violencia es una de las cuestiones principales a abordar. Dentro de eso incluimos la lucha contra la desigualdad, el machismo y los esquemas patriarcales. Si bien hace casi veinte años que trabajamos en esto, siempre estamos comenzando. La violencia urbana es terrible, está encarnada por miles de factores, y las mujeres en la calle la sufren por el sólo hecho de ser mujeres. Hay que visualizar esa patética invisibilidad en que vivimos y que se da en el maltrato hacia la mujer. No es una locura, es una realidad”, opinó Patricia Méndez Lissi.

Las intenciones del equipo son claras: “Queremos avanzar, descentralizar esta problemática y poder tratarla como se merecen todas las mujeres en la provincia. Cada barrio, cada ciudad tiene su forma de ver la violencia y de querer resolverla. A eso hay que respetarlo. Nuestra forma de trabajar se sustenta en la posibilidad de la autogestión y cambio de cada sector, sino no se avanza. Por eso hay que evaluar los recursos humanos, materiales e institucionales”.

Sin dudas, uno de los factores negativos que tiene la denuncia de violencia, tanto de género como familiar, es la vergüenza y el miedo. “Es una situación de alta peligrosidad: estás denunciando a la persona que querés y que te quiere”, dijo García Chiavarini.

A RESGUARDO. La concejala del Frente Progresista Adriana Molina elevó un proyecto de comunicación solicitando que el municipio, en coordinación con el gobierno provincial e instituciones intermedias, cree un refugio para mujeres víctimas de violencia, al que podrán asistir junto a sus hijos. “Históricamente es una preocupación del movimiento de mujeres de la ciudad, ya que uno de los grandes problemas que tienen las víctimas de violencia que se animan a hacer la denuncia es que no tienen adónde ir. Entonces, muchas veces terminan resignando su salud y hasta su vida, en varios casos. Un refugio es algo que tiene que ser tomado muy seriamente porque debe tener una continuidad. No se trata de alquilar una casa y que dentro de seis meses o un año nadie la atienda. Estos lugares tienen que contar con condiciones de higiene y seguridad, además de brindar apoyo psicológico”, definió la concejala.

Los pocos refugios que existen en el país son hogares de carácter temporario. Las mujeres permanecen el tiempo suficiente hasta que haya una respuesta por parte de la justicia o consigan alojamiento en otro lugar seguro.

COMISARÍAS DE LA MUJER. El diputado provincial por la UCR Alfredo Menna presentó un proyecto para crear comisarías de la Mujer dentro de la estructura de la Policía de la provincia: unidades policiales especiales que atiendan y contengan a la mujer víctima de la violencia de género, violencia familiar, acoso sexual, violencia laboral, discriminación, abuso sexual y violación.

El legislador propone que las comisarías de la Mujer estén integradas por personal policial femenino especializado y por un equipo interdisciplinario, que deberá contar con abogados, psicólogos, médicos y asistentes sociales. También consignó que debería establecerse al menos una por cada ciudad cabecera de los cinco nodos regionales proyectados. “En algunas ciudades de la provincia existen iniciativas de esta característica, pero nuestra intención es que formen parte de la estructura orgánica de la policía provincial y que, además, se inscriban en el marco de una política provincial de asistencia y contención a la mujer. Suele pasar que en las comisarías la violencia doméstica es vista como un problema menor, siendo relegada”, afirmó el diputado.

CAMBIO. Luego de que Beatriz Fullone dejara el cargo, para ocupar la titularidad de la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, María Rosa Ameduri asumió como directora provincial de las Mujeres, área dependiente del Ministerio de Desarrollo Social. Esta dirección fue creada recientemente y en 2009 tendrá presupuesto propio. Según indicó la nueva funcionaria, se trabajará en el armado de los foros regionales de mujeres. “Hay que desplegar la tarea hacia el interior de las cinco regiones que componen la provincia. Hay que hacerlo de manera conjunta con municipios y comunas. Se debe ir descubriendo o redescubriendo a todos los grupos de mujeres que están trabajando en localidades grandes y pequeñas y que, hasta ahora, no tuvieron posibilidad de vincularse entre sí ni de acceder a los servicios de atención, asesoramiento y contención”, comentó Ameduri.

Por otra parte, sostuvo que “el comportamiento de la Justicia responde más a mandatos y a pautas culturales que tienen mucho que ver con cuestiones autoritarias y con una fuerte presencia del varón. Esto es en líneas generales, aunque encontramos algunas actitudes distintas en las regiones y también en Rosario. Me refiero a comisarías y a juzgados que tienen otra mirada hacia la problemática de violencia para con la mujer”.

Consultada por la acción conflictiva de la justicia en estos casos, la concejala Adriana Molina señaló que “el tema es complicado porque se cruzan diferentes cuestiones. Hay un notable abarrotamiento, fundamentalmente en los juzgados de Familia, y esto lleva a un retardo en temas tan sensibles como la violencia contra las mujeres”. No obstante, dijo que se ha avanzado mucho en la capacitación de los magistrados y del personal judicial.

CONSEJO NACIONAL DE LA MUJER. Hasta 1983 en Argentina no se pudo hablar de violencia familiar, a pesar de que en otros países hacía muchos años que se investigaba y se trabajaba en este tema. La dictadura militar, la falta de garantías para los ciudadanos y las creencias impuestas por quienes gobernaban fuera de la Constitución impidieron que se revelara lo que sucedía en muchos hogares. Luego de las elecciones democráticas empezaron a instalarse servicios de asistencia a mujeres maltratadas. Al principio sólo unas pocas personas se ocupaban de este tema; no había conocimiento ni conciencia de que se trataba de algo grave que afectaba a muchas.

Por ello se creó el Consejo Nacional de la Mujer, espacio gubernamental responsable del cumplimiento, en todo el país, de la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer. Desde allí se brega por alentar al desarrollo de un proyecto nacional, con equidad entre varones y mujeres, por la solidaridad y la cultura del trabajo –en su sentido más amplio: trabajo remunerado, comunitario y doméstico– y por fortalecer a las familias en la integración democrática de ambos sexos, promoviendo la justicia, la cooperación y la paz y erradicando la violencia hacia la mujer.

20% En una de cada cinco parejas del país se registran hechos de violencia

42% de los asesinatos de mujeres fueron cometidos por las parejas

37% de las mujeres golpeadas por sus esposos lleva 20 años o más soportando abusos de ese tipo

Perfiles
El hombre violento tiende a desculpabilizarse y a depositar en el otro la responsabilidad de su furia, lo cual hace que no pueda reconocer que está en problemas. También tiene tendencia a la justificación: trata de fundamentar su actitud en algún episodio disparador y distorsiona la realidad para no sentirse culpable. Posee una fuerte restricción emocional por la imposibilidad de contactarse con sus sentimientos y, por lo tanto, de ponerlos en palabras; en lugar de hablar, actúa. Por lo general, tiene baja tolerancia a la frustración y es muy impulsivo. En la mayoría de los casos tiene baja autoestima, es muy inseguro e intenta reafirmar su autoridad a través de la violencia. Si lo contradicen o lo cuestionan se siente jaqueado. Es muy celoso y vive con gran ansiedad ese problema.

Publicado en Pausa #12, 1 de agosto de 2008.

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