viernes, 12 de diciembre de 2008

Todo lo sólido se desvanece

Hipotecas riesgosas y tasas de interés mínimas: una crisis coyuntural que ya es estructural.

A tono con la era del hipertexto, podríamos graficar lo que sucede en este ¿inesperado? final de 2008 con lo que iba sucediendo en el planeta al momento de la redacción de estas líneas. En el túnel, los productores agropecuarios volvían a la carga, esta vez afectados por la caída de los precios internacionales de sus productos. Más o menos en el mismo momento en que Alfredo De Ángeli filosofaba sobre la relación libidinal chacarero/soja y soltaba al aire uno de sus estridentes “minga, bla, bla, bla”, desde Japón, Sony anunciaba un recorte de 8.000 puestos y el cierre de al menos cinco de sus fábricas. Paralelamente, Austria y Finlandia informaban que en el 2009 entrarán en recesión, luego de años de esplendor. A la vez, se conocía que nuestros colegas del New York Times se están ajustando el cinturón de una manera inédita: con una deuda de 1.000 millones de dólares, el diario debió hipotecar su edificio en Manhattan para monedear un poco y juntar un 20% de lo que debe... Pero, ¿cómo empezó todo esto?
Se dice que esta película de terror comenzó a mediados del 2007 con las crisis de las subprime, hipotecas de alto riesgo ofrecidas a mansalva que habían endeudado a norteamericanos con historiales financieros poco fiables. Esto supondría que estamos ante un problema coyuntural, pero los síntomas de un capitalismo enfermo obligan a ampliar la mirada retrospectiva. Alan Greenspan, durante años presidente la Reserva Federal norteamericana, en 2001 decidió una brutal baja de los tasas de interés para sostener a empresas norteamericanas al borde de la quiebra y mantener el consumo y el bendito american way of life. De enero a diciembre de 2001, pasaron del 6,50% al 1,75% y siguieron bajando hasta ubicarse en 1%, un par de años después. Este fue el caldo de cultivo para las subprime. Estas deudas hipotecarias –luego incobrables– se transformaban en productos muy apetecibles: eran riesgosas pero rendían mucho, como pasó con los bonos de la deuda argentina en los años 90. Esos “bonos basura” originados de las subprime gestaron millonarios negocios, pero la máquina se frenó cuando los deudores de las hipotecas, a causa del estancamiento de la economía real y la suba de las tasas de interés, dejaron de pagar.
La cuestión dejó de ser coyuntural y pasó a ser estructural, más aún si se tiene en cuenta que esto de transformar deudas hipotecarias en bonos no es una fórmula inventada recientemente sino que data de principios de la década del 70, cuando la GNMA (conocida como Ginnie Mae), agencia estatal norteamericana encargada de desarrollar viviendas mediante hipotecas para gente de bajos recursos, institucionalizó la titulización de paquetes de créditos hipotecarios que estuvieran asegurados o garantizados por entidades gubernamentales. Al poco tiempo se creó la FHLMC (conocida como Freddie Mac), que desarrolló el mercado secundario de préstamos hipotecarios sin garantías del gobierno. Así, el mercado hipotecario y el inmobiliario se convirtieron, respectivamente, en un gigante de las capitalizaciones, a la par del de los títulos del Tesoro, y en otro seductor refugio para especuladores, como antes fueron el petróleo o los alimentos.
“Las condiciones de esta enorme burbuja especulativa se generan a fines de los 70 con el inicio de la desregulación extrema del movimiento internacional de capitales y la persistente retirada de los Estados nacionales de sus funciones de conducción de política macroeconómica y de control de variables relevantes. Paralelamente, en el mundo de la economía real, se profundizó el predominio hegemónico del capital financiero sobre otras formas del capital (el industrial, por caso)”, reflexionó Francisco Sobrero, docente de la UNL.
Hasta aquí el problema, pero hacia adelanté ¿qué?Muchos ven en Barack Obama la luz al final del túnel. Creen que ayudará a encontrar una salida un poco más ingeniosa que las billonarias transferencias de recursos públicos. Pero hay quienes desconfían. La periodista-ícono del movimiento antiglobalización, Naomi Klein, se hizo una pregunta inquietante en su blog: “¿Y si Obama fuera sólo una marca, que ya se agotó en la elección?”. Por ahora sólo queda esperar.

Publicado en Pausa #31, 12 de diciembre de 2008.
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