viernes, 24 de octubre de 2008

El viejo dolor de panza

El hambre: un problema repetido en los barrios del oeste que afecta a 6.000 menores de seis años en la provincia. En noviembre llega a Santa Fe la marcha de los Chicos del Pueblo: una manifestación que pone de relieve lo que en muchos lugares es cotidiano: hay barrios en donde se registra el doble del índice promedio de desnutrición infantil.

Por Sergio Ferreyra

En la provincia de Santa Fe –una de las más ricas del país– hay 6.000 niños menores de seis años que son desnutridos crónicos. Es decir: el resto de sus vidas tendrán las secuelas de no haber podido comer y alimentarse como es debido.

“Depende de qué región se esté mirando y qué nodo se involucre. Hay lugares donde hay una mayor cantidad de casos de desnutridos y otros en los que se ven muy pocos”, opina el ministro de Salud, Miguel Capiello.

En la ciudad, a escala, ocurre lo mismo y –como en otros preocupantes temas– el oeste es el más castigado. “En el centro de salud –dependiente de la cartera sanitaria– que funciona en nuestra vecinal, tenemos 19 niños y niñas menores de seis años con bajo peso, y 23 en vigilancia, lo cual quiere decir que no tuvieron el peso adecuado pero que ya salieron de esa instancia y que durante seis meses se los controla para que consoliden su peso y no vuelvan a bajar”, contó por su parte María Claudia Albornoz, de la vecinal de Chalet.

En Varadero Sarsotti, barrio lindero a la circunvalación santafesina, el centro de salud tiene registrados 40 niños menores de seis años desnutridos, de los cuales 16 son agudos (es decir, pueden recuperar parte de su peso y se los asiste para que lo hagan). El resto de los niños es desnutrido crónico.

Desde el lugar dicen que los parámetros “normales” indican que, dentro de la población infantil delimitada de 0 a 5 años con problemas de nutrición, el máximo comprometido puede ser de 8% del total. En Varadero la cifra trepa al 16%, exactamente el doble. En barrio San Lorenzo, 32 menores de uno a cinco años son desnutridos crónicos, y 18 son los casos de la misma categoría en la franja etaria de 5 a 13 años. “Antes teníamos 78 casos”, dicen desde el lugar, no sin un dejo de satisfacción por la cantidad de “rescates” efectuados. La muestra es apenas una parte del panorama que se repite y se reproduce en toda esta franja de la cuidad. En cambio, en otra parte de la capital santafesina, a través de la campaña “Miércoles Saludables”, llevada adelante por la municipalidad, y en cuanto a la orientación a la salud integral del niño, pudieron relevarse las siguientes cifras: de los primeros 265 chicos que recibieron atención en el móvil, un 94% registró un peso adecuado a su talla. En julio y agosto esta parte de la iniciativa llegó a cuatro barrios de la ciudad (Sargento Cabral, El Pozo, Centenario y Pro Adelanto Barranquitas), y atendió a niños de entre 3 meses y 6 años de edad. Sólo 11 se encontraron por encima del límite superior normal (sobrepeso / sobretalla) y 4 por debajo del límite inferior normal (bajo peso / baja talla).

LA DISPARIDAD. “En el centro y sur de la provincia de Santa Fe (específicamente en el Gran Santa Fe y Gran Rosario) hay menos casos de desnutrición y son más fáciles de controlar, porque la asistencia tiene mucha más cantidad de capacidad instalada y muchos más profesionales, pero lo que observamos es que la migración interna engrosa las estadísticas de niños con problemas de peso”, observó Capiello.

“En el norte de la provincia, sobre todo en el nodo Reconquista o Rafaela, y bien en el norte, en el departamento 9 de Julio, donde están los índices de necesidades básicas insatisfechas más importantes de la provincia, se notan mayores casos de desnutrición. Por lo general son crónicos que están controlados, muchos están en tratamiento con los programas que ponemos en marcha desde el Estado provincial o desde la Nación (Programa Materno Infantil, Nacer, Nutrirmás); prácticamente no vemos casos de desnutrición aguda”, completó el ministro de salud.

“El niño debe gozar de los beneficios de la seguridad social. Tendrá derecho a crecer y desarrollarse en buena salud; con este fin deberá proporcionarse, tanto a él como a su madre, cuidados especiales, incluso atención prenatal y posnatal. El niño tendrá derecho a disfrutar de alimentación, vivienda, recreo y servicios médicos adecuados”, estipulan los Derechos del Niño, adoptados por la Asamblea de las Naciones Unidas en noviembre de 1989, ratificados por 191 países (entre ellos el nuestro), y convertidos en el primer tratado internacional de derechos humanos con una aprobación casi universal. “Es doloroso. Así tengamos uno solo, creemos que en Santa Fe, como capital de una de las principales provincias productoras de alimentos, tener chiquitos con bajo peso es una vergüenza absoluta”, reflexionó María Claudia Albornoz.

HISTORIAS CLÍNICAS, HISTORIAS DE VIDA. “Aquí se efectúan los controles a niños en forma mensual y se confeccionan las curvas de crecimiento. Los análisis no son voluntarios, se los compromete a los padres para que una vez por mes asistan al dispensario con sus hijos, para efectuarles el seguimiento necesario”, observan desde el centro de salud de Varadero Sarsotti.

“Llamativamente, se están viendo casos de niños que están desnutridos antes de los seis meses. Hasta esa edad los chicos tienen una especie de 'garantía' de comida por la teta de la madre, pero lo terrible es que son hijos de padres desnutridos, en algunos casos llegan a la tercera generación de personas que comen en comedores comunitarios y salteado”, advierte Albornoz desde Chalet.

“Nos preocupa mucho, en este centro de salud hay confeccionadas alrededor de 5.000 historias clínicas, pero en Santa Rosa de Lima hay 180. Son datos que ni siquiera la provincia tiene, nos llegan porque cruzamos información con los centros que tenemos cerca”, agregó la vecinalista.

En San Lorenzo cuentan que es difícil hacer el seguimiento de los casos. Para ello se los compromete a los padres y se les da un turno mensual, pero si no acuden a la cita con el profesional médico, se los va a buscar. “Son muy pocos los que vienen voluntariamente”, dijo una de las trabajadoras del dispensario de ese barrio y concluyó que “esos son los que salen más rápido del problema”. También dijo que una de las formas de evaluar el panorama es saber que “en muchos casos hay oportunidades de evadir la desnutrición, pero se trata de una cuestión de atención hacia la propia vida de los chicos”.

EL ANTECEDENTE. Hace cuatro semanas, Miguel Capiello recordó que este año “murió un niño en el departamento San Javier con una patología neurológica y una desnutrición crónica severa. Igualmente, podemos decir que estamos dentro de los casos habituales; no hubo aumento de este tipo de problemas”.

En relación con declaraciones anteriores sobre el aumento de la pobreza en la provincia por parte de Pablo Farías, su par de la cartera de Desarrollo Social, Capiello señaló: “La pobreza no es un hecho menor: la pobreza mata a través de este tipo de patologías o por las enfermedades emergentes, como por ejemplo la tuberculosis. Por lo tanto, los casos que habitualmente se ven tienen un correlato con la pobreza, lo cual no quiere decir que no se llegue con la asistencia. Sin embargo, aquel que ya es un desnutrido crónico tiene desventajas para llegar a la formación que pueda tener otro niño desde su infancia”.

El Artículo 25º de la Declaración Universal de los Derechos Humanos es claro y no deja lugar a dudas. Sostiene en su primer punto: “Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad”. En su segunda parte indica: “La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especiales. Todos los niños, nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio, tienen derecho a igual protección social”.

INVOLUCRARSE Y SALIR. María Claudia Albornoz relató la experiencia que se desarrolla en Chalet. “En nuestra vecinal tenemos un apoyo nutricional, cuya preparación está a cargo de los papás y mamás. Los alimentos se consiguen por medio de fondos obtenidos a través del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Las propias familias son las que cocinan, pero no comen acá, se llevan la vianda para toda la familia. El acceso al programa es a través del centro de salud. Lo importante es que 280 personas pueden cenar en su casa: entendemos que es ese el lugar por donde empezar a reconstruir el hogar. Por lo general, al mediodía los chicos comen en las escuelas. Los casos que se registran son más de chicos que de adultos, pero también hay numerosos casos de viejitos y viejitas. Llegan al centro de salud cuando el médico que los atiende detecta bajo peso: extiende un certificado que llega al comedor. De esa manera la ecónoma efectúa el ingreso y se firma un acta acuerdo entre el vecino, el centro de salud y la vecinal, mediante el cual se comprometen una vez por semana a cocinar y a llevarse su cena de lunes a viernes para toda la familia”.

Albornoz lanzó una conclusión sin demasiadas vueltas: “Entendemos como fundamental el protagonismo de la persona para intentar salir de esta situación, siempre creímos desde la vecinal que el asistencialismo produce un adormecimiento. Y eso es algo que nos ha pasado desde el menemato a esta parte”.

EL COMPROMISO QUE TRAJO EL CAMBIO DE HÁBITOS. “Me dejé llevar por los caprichos de ella: me agarró el lado flaco, como dicen las madres”. Así resume Elsa, a modo de argumento, cuando cuenta por qué su hija Agostina (6 años) tiene bajo peso. Aunque inmediatamente anuncia orgullosa que se recupera día a día desde que comenzó a asistir al comedor de la vecinal Chalet.

“Estaba débil, ojerosa, se caía mucho, se enfermaba fácilmente. Ahora tiene más ganas de jugar; al principio, cuando comenzó la escuela le costaba aprender; ahora presta atención, tiene más energía”, sigue.

Elsa también opina que la mayoría de los padres cuyos hijos tienen problemas de nutrición en el barrio es porque no son rigurosos en cuanto a las comidas. “El médico me decía que mi hija sólo tenía mañas, nada más. Yo la llevaba a los controles siempre, cumplía con lo que me decía, pero a ella sólo le gustaba lo dulce: no comía otra cosa”, relata sin dar respiro.

Luego, rememora sus primeras incursiones en la cocina de la vecinal. “Le dije al doctor que quería aprender a mezclar los ingredientes, a cocinar otras cosas. A lo mejor era yo la que no sabía preparar la comida; acá aprendí a hacer eso. Fui a las reuniones, a las capacitaciones y ahora ayudo a las mamás a que saquen adelante a sus hijos”.

Elsa recuerda que en el comedor aprendió a trabajar con los demás; no sólo ella, sino en varias actividades. “En mi casa ahora hago lo mismo: mis hijas ponen la mesa y yo cocino”.

Finalmente, repasa el menú del comedor de la vecinal Chalet: “Hoy comemos milanesas y fideos con crema, los lunes hacemos guiso o fideos con salsa, los martes hamburguesas con puré...”

CON LA TERNURA VENCEREMOS. “El hambre es un crimen”. La frase transformada en slogan suena como un latigazo. Se trata de una de las tantas identificaciones que tiene El Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo, desde donde se encara todos los años una marcha para recordarle al país que “casi dos tercios de nuestra población es pobre”. “Nueve millones de niños están bajo la línea de pobreza, la mitad son indigentes. Hay un treinta por mil de mortandad infantil en Formosa. Cuarenta y cinco por ciento de pibes desnutridos, o sea mutilados, en la Capital de Corrientes”. La marcha recorre gran parte del país (desde Misiones hasta Plaza de Mayo, en Buenos Aires) y este año está previsto que llegue a Santa Fe en noviembre. “Ni un pibe menos” es el otro slogan.

No fue un año fácil para algunos de los integrantes de las instituciones que componen el movimiento: sufrieron tres atentados. El primero de ellos, el viernes 25 de abril, cuando un grupo de ocho hombres “fuertemente armados, demasiado profesionales, demasiado prolijos, asaltaron la Escuela Imprenta Manchita, amenazando de muerte a pibes y pibas, a jóvenes, a educadores, y llevándose la modesta recaudación de una escuela-taller donde cada día intentamos construir un futuro distinto para nuestros pibes”, según relataron en su espacio informativo. El segundo: “El jueves 24 de julio, por la mañana temprano, uno de los chicos del Hogar Juan XXIII de la Obra Don Orione en Gerli, fue interceptado por un automóvil en el cual iban cuatro personas armadas y con rostros tapados que lo obligaron a subirse al mismo. Lo condujeron con rumbo incierto, amenazando a punta de pistola, que quemarían la imprenta, la panadería y la Casa de los Niños, obras que pertenecen a la Fundación Pelota de Trapo. Tras el recorrido por calles desconocidas, nuestro joven compañero sumamente asustado por la situación de la que fuera víctima, fue dejado en inmediaciones de la estación Remedios de Escalada, desde donde tuvo que regresar por sus propios medios. No podemos más que relacionar lo ocurrido al trabajo diario que tanto desde la Obra Don Orione como desde la Fundación Pelota de Trapo, llevamos adelante, junto a muchas otras organizaciones”.

El tercero fue a fines de septiembre: “Secuestran y golpean salvajemente a educador del Hogar Juan XXIII de la Obra Don Orione de Avellaneda el viernes 26 a las 20.30 hs, exigiéndole el cese de su participación en la Campaña El Hambre es un Crimen que lleva a cabo el Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo. Estamos ante el tercer atentado y nos llena de indignación y espanto que no se hayan encontrado los responsables anteriores”.

El movimiento nació en 1987 en una humilde capilla de Florencio Varela, provincia de Buenos Aires, con el impulso que le otorgó el Hogar Pelota de Trapo que conduce Alberto Morlachetti (hoy coordinador del movimiento) y el Hogar de la Madre Tres Veces Admirable que dirige el cura Carlos Cajade. La Fundación Pelota de Trapo desarrolla desde hace más de 30 años, en los partidos de Avellaneda y Florencio Varela, una serie de programas destinados a 4000 niños y jóvenes año en situación de pobreza y abandono.“La infancia es territorio de familia, escuela y juego. De bolitas lecheras o de una ranita traviesa. Es tiempo de guardar los dientes y encontrar el ratón de las monedas. Es tiempo de rayuelas y de maestras que jueguen con el garabato y el asombro de los niños. Desde esta perspectiva, construimos un espacio de vida, una historia que se alimenta de los sueños y privilegia la ternura, la libertad y la belleza como insumos básicos del crecimiento humano”, dicen los responsables de la organización. Y agregan, a modo de arenga más que de slogan: “Finalmente, con la ternura venceremos”.
Publicado en Pausa #24, 24 de octubre de 2008.

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